martes, 31 de julio de 2012

197. Una mano amiga

Silvia entra en el despacho de Javi con gesto serio. Por muchas promesas que se hicieran, lo de estar a solas sigue siendo raro e incómodo.

- No me digas más. Vas a hacer nuevas correcciones sobre el guión
- ¡No! Bueno, sí, pero no te he llamado para eso. Verás...me he peleado con Toni
- Ajá. ¿Y por qué me cuentas eso?
- Porque necesito un amigo a quien contarle cómo me siento

La confesión coge por sorpresa a Silvia. Sabe que el guionista es una persona sociable, con muchos amigos. Y aún así, ha acudido a ella. Eso tiene que contar para algo. Aceptando el cumplido se sienta al lado de Javi, le coge de la mano y se dispone a escucharle. 

Javi le cuenta toda la historia. Está abatido y le encantaría arreglar las cosas con su amigo. Pero Toni, cabezota como es, se fue inmediatamente del hotel, sin darle la oportunidad de tratar de hacer las paces. Y sabe que podría llamarle, pero no quiere. En su opinión es Toni quien debería dar el primer paso. Pero conociéndole como lo conoce, esa opción se le antoja harto improbable.

Y ahora está hecho un lío y se siente triste y miserable. Porque no entiende los celos que siente, porque no sabe cómo arreglar las cosas con Toni y con Lorena y porque siente que de un tiempo a estar parte no hace más que cagarla con todo el mundo, incluida Silvia.

La chica le escucha en silencio, guardándose sus opiniones. En este momento Javi necesita desahogarse, no iniciar un debate. Tiene que estar ahí para él, y lo está. Por decisión propia.

Y durante media hora los dos demuestran ser los buenos amigos en los que prometieron tratar de convertirse, aunque en su momento ninguno de los dos hubiera dado un céntimo por esa promesa.


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