viernes, 20 de julio de 2012

186. Todo tiene su momento

A Kim le encantan los melocotones, pero sabe que no debe precipitarse. Si los come antes de tiempo los encontrará verdes. Igualmente, si permite que la fruta permanezca demasiado tiempo en la repisa de la cocina, terminará por pudrirse y será igualmente incomible. Todo tiene su momento.

Es un ejemplo estúpido para hablar de relaciones humanas, pero cuando se trata de asuntos del corazón todos nos comportamos de un modo bastante estúpido, así que el símil le parece acertado cuando se lo explica a sí misma. 

Tiene un problema: está enamorada de dos hombres. El chico que le rompió el corazón pero que parece haberse enmendado y el joven que aún no ha demostrado nada pero que lleva en sus ojos la promesa de un  futuro maravilloso.

Lo que le gustaría hacer, por supuesto, es esperar. Como en los concursos de la tele, mantenerse al margen hasta que uno de los dos cometa un error fatal y quede eliminado. Eso la eximiría de tener que tomar la iniciativa. 

Por desgracia, sabe que el tiempo se le acaba. Si sigue estirando la situación llegará un momento en que su historia con Álex ya no tendrá futuro ni sentido. Acabarán traspasando la barrera de la amistad, o él se hartará de ella, o sencillamente se romperá la magia. Y entonces no quedará nada.

¿Debería atreverse? ¿O está siendo tonta por pensar en renunciar a algo bueno por la promesa de algo que quizás sea mejor o quizás no? No lo sabe. Pero entiende que tendrá que tomar una decisión, más pronto que tarde. La ventana se cierra, la historia se aproxima a su clímax y todo está en sus manos.

"Maldito libre albedrío", grita, en un gesto mucho más cómico de lo que pretendía.



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