miércoles, 18 de julio de 2012

184. La misma película

Dicen que cuando ves una película por segunda vez, descubres muchas cosas nuevas que se te habían pasado por alto la primera ocasión.

La apreciación es del todo cierta, pero encierra un componente romántico que, por desgracia, pertenece al mundo de las leyendas y fantasías con las que intentamos impregnar la realidad cuando lo que nos rodea nos parece especialmente sucio y carente de belleza.

Es cierto que podemos sorprendernos con detalles que se nos pasaron por alto. Quizás nos llegue adentro de un modo diferente al del primer visionado. Pero lo cierto, el truco de magia al desnudo, es que la película no ha cambiado. Somos nosotros los que lo hemos hecho. Como esa atracción del parque de atracciones en la que creemos que el suelo se mueve cuando es sólo una ilusión.

El destino de los personajes permanece inmutable. Al igual que sus actos, sus motivaciones. Nunca cambian. Y los seres humanos tampoco.

Toni pasó una gran noche con Elsa y quizás se encuentren de nuevo dentro de seis meses. Pero él seguirá siendo él y ella seguirá siendo ella. Por mucho que lo deseen, hay cosas que nunca varían. Sobre todo los comportamientos más decepcionantes.

Vivimos con la ilusión de vernos sorprendidos. Pero lo cierto es que nos movemos por patrones. Y al final, por muchas cosas nuevas que descubras, llega un momento en que "la película te suena" y recuerdas como termina.

Otra cosa es que guardes tan grato recuerdo de ella que, a pesar de todo, quieras volver a verla. Pero si al acabar vuelves a sentirte decepcionado, no la culpes a ella. Cúlpate a ti mismo por creer que las reglas de este decepcionante mundo no iban a aplicarse en tu caso.


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