sábado, 30 de junio de 2012

166. Una canción

Vive en un mundo de palabras. Por eso no le gusta bailar, porque su cerebro es mucho más rápido que sus piernas. Es hábil con las palabras, pero torpe a la hora de seguir el ritmo.

Pero hay momentos en la vida en las que el lenguaje del cuerpo es mucho más perfecto que cualquier frase. No habla de si mismo, por supuesto. Si se lo propone puede resultar divertido. Pero lograr que sus caderas se muevan al compás, eso ya es pedir demasiado.

No, Toni se refiere a Elsa. Desatada, en la pista de baile, al ritmo de una canción tan estúpida como "Danza Kuduro". Pero a veces lo estúpido es nuestra tabla de salvación. Cuando nos tomamos la vida demasiado en serio, la vida nos devuelve nuestro pensamiento en forma de preocupación y tristeza.

Ella siempre ha sido mucho mejor en la pista de baile. Mueve sus piernas, las manos, gira la cabeza. Sonríe con auténtica satisfacción. Por un momento, perdida entre las notas a todo volumen de la canción, rodeada de gente, es libre. Libre.

Mientras se mueve torpemente, Toni descubre que es feliz viendo a Elsa. La chica hace contacto visual, le coge las manos y las coloca sobre su propia cintura, obligándole a pegarse contra su pecho, a sentir su calor, escuchar su respiración. Vivir con ella el momento.

Intentan seguir el ritmo durante unos segundos, pero después se abandonan a una coreografía mucho más íntima y personal. Elsa recuesta su cabeza sobre el hombro de Toni y éste la agarra fuertemente por la espalda, a la altura de la cintura. Siguen moviéndose lentamente, arrastrando los pies, en una especie de abrazo eterno en el que los dos podrían perderse.

La canción termina. El recuerdo perdura.


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