jueves, 7 de junio de 2012

143. Nunca Jamás por siempre

La creencia popular es que los hombres jamás abandonan del todo el país de Nunca Jamás, en el que se les permite ser irresponsables y tener comportamientos infantiles durante toda su vida. 

Aunque el comentario tiene tintes negativos, para Javi representaría una bendición que fuera cierto. Por desgracia, más allá de las percepciones sesgadas, las cosas no son tan simples.

Todos terminamos por abandonar a Peter Pan a su suerte. Y aunque guardamos en nuestros corazones un pedacito de la lejana tierra mágica llena de hadas y piratas, sólo es el espectro de un tiempo mejor, que a veces recreamos pero que nunca logramos que nos envuelva del todo.

Si siguiera en Nunca Jamás todo sería mejor, se dice Javi. Más fácil. Porque los niños son sabios en su simpleza. Saben lo que quieren y pelean por ello, sin preocuparse por cuestiones superfluas como el "qué dirán" o lo "políticamente correcto".

¿A medida que crecemos la vida se hace más difícil, o nos concentramos en hacerla así? Esa es la cuestión. Porque si madurar significa llenar nuestra cabeza de problemas ficticios y olvidarnos de cómo sonreír y ser naturales, tal vez sería mejor no seguir ese camino.

Es el falso mito de la vida, esparcido por gente triste que ha perdido la capacidad de soñar. Que intentan hacernos renunciar a nuestros sueños infantiles (además usando la palabra "infantil" de modo peyorativo) para centrarnos en conceptos grises, abstractos y de difícil comprensión, que nos hacen infelices pero que, en teoría, "son necesarios".

Ley de vida, lo llaman. Vaya falsedad. Peter Pan lo sabía, y por eso se negó a abandonar su hogar. Porque creía en la amistad, en la justicia y en el amor. Pero defendía sus principios sin renunciar a una infantil alegría que, por mucho que algunos se empeñen, no tiene absolutamente nada de malo.


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