sábado, 31 de marzo de 2012

75. Puntos de restauración

Hola, Pablo:

Te escribo este email para intentar explicarte por qué me fui. Sé que debería ser valiente y decírtelo a la cara, pero no puedo. Ahora no. Mis manos están temblando sin tenerte delante, así que imagínate. Me encantaría decir que soy fuerte, pero una fachada de cartón no resiste un tornado.

Soy consciente de que no he sido justa contigo y que te merecías, te mereces, una respuesta. El problema es que entonces no sabía qué decir. Y sigo sin saberlo. No consigo encontrar las palabras para describir cómo me siento. Cuando lo intento, todo me suena tonto, vacío, como si estuviera en el patio del colegio. Pero el dolor es real. Ahora mismo es lo único real en mi vida.

Estoy vacía por dentro. Y la verdad es que no sé cuándo empecé a sentirme así. Ojalá pudiera recordarlo. Descubrir el instante concreto en el que todo se jodió.  Porque entonces haría como los ordenadores, buscaría el punto de restauración y daría marcha atrás. Lo solucionaría.

Es lo jodido de la vida, ¿no crees? Que actuamos sin red de seguridad ni ensayos previos. Nos sueltan sin un guión y tenemos que improvisar sobre la marcha. Pero algunas improvisaciones son peores que otras. Es imposible saber si has acertado cuando no te permiten consultar el manual ni tomar un segundo camino.

Ahora mismo todo es confusión y caos. Y no puedo tenerte cerca pero tampoco puedo renunciar a ti. Soy injusta (lo admito por segunda vez). Pero también soy humana. Sé que tienes miles de motivos para odiarme. Pero aunque no lo merezca, espero que puedas llegar a quererme un poquito. Lo siento. Te quiero.

Elsa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario