lunes, 12 de marzo de 2012

56. Cenicienta a las puertas del baile

Toni está ilusionado. Se le nota en la cara. Y permitirse sentirse así ha sido su primer error, si nos atenemos al código interno de conducta que él mismo elaboró tiempo atrás para sus sentimientos.

El segundo, aún más grave, ha sido admitirse a sí mismo que ese es su estado de ánimo.

Esa mañana va a pagar el precio por la osadía de sentirse feliz. Al menos así es como lo verá dentro de unas horas. Por ahora sólo charla animadamente con Elsa en la cafetería. Pero justo cuando la mañana sólo parece una mañana más, Elsa cambia de cara y su rostro se ensombrece.

En ese preciso instante Toni entiende que van a romperle el corazón.

- Tengo que contarte una cosa - dice Elsa, intentando acumular valor para soltarlo - Me estoy acostando con Pablo

Toni la mira, parpadea y sonríe con una expresión amable. Casi como si se alegrara. Pero el truco de magia está en el parpadeo, en una milésima de segundo congelada en el tiempo.

- Vaya, eso es genial - miente con descaro
- Yo no estoy tan segura - admite Elsa, demasiado ensimismada en su propia confusión para entender la de su amigo.

Pero Toni insiste en que es algo bueno y que se alegra por ella. Y le pide que le cuente detalles, y es capaz de seguir conversando con ella veinte minutos más antes de abandonar la cafetería, disculpándose por tener mucho trabajo.

Se marcha antes de que su careta empiece a pudrirse por culpa de las lágrimas invisibles, las que se vierten por dentro, como si fuera la Cenicienta a las puertas del baile y sus sonrisas se fueran a convertir en calabazas si permanece un solo segundo más en presencia de Elsa.


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