viernes, 16 de marzo de 2012

60. Teatro de sombras

Los actores están preparados, y ambos se saben el texto aunque nunca lo hayan leído antes, porque esto es la vida y hay escenas tan viejas como el mundo que todos sabríamos recitar sin necesidad de ensayo. Fórmulas agotadas que, pese a todo, siguen teniendo vigencia.

Es hora de que empiece el espectáculo, y aunque los dos se sientan tentados de improvisar sus respuestas, al final se ceñirán a lo que tienen que decir. Predecible tristeza que, no obstante, debe representarse para que más adelante puedan lamer en silencio sus propias heridas.

- Estoy enamorado de ti - suelta Toni nervioso, a trompicones, olvidando el discurso que tan meticulosamente ha preparado en su cabeza una y mil veces - Estoy enamorado y esto me está destrozando.

- Yo también te quiero.

Eso es lo que desea decir Elsa en ese momento. Con todas sus fuerzas. Se obliga a pronunciar las palabras, a sentirlas. Pero son sonidos huecos, tan desesperados e irreales que sus cuerdas vocales se niegan a participar en la pantomima.

Por eso Elsa sólo atina a susurrar un "lo siento" y agachar la cabeza.

Y Toni, que siempre espera lo inesperado, comprende que la vida ha seguido el curso lógico de los acontecimientos, jugando sobre seguro. Amor no correspondido. Un clásico que todos conocemos, odiamos pero entendemos, porque forma parte de la vida. Una punzada de dolor y se cierra el telón.

Toni, con la mirada de quien ya no cree en su propio futuro, se encoge de hombros admitiendo que no puede seguir con esto. Se levanta y camina hacia la puerta, sin aplausos ni bises.

Sólo otro corazón roto en una ciudad hambrienta que se alimenta de desamores y finales tristes.


No hay comentarios:

Publicar un comentario