sábado, 10 de marzo de 2012

54. Bailar en círculos

En la historia entre Javi y Sara no hay un punto y final. Sólo puntos y aparte más o menos dilatados, que a veces dan la sensación de ofrecer una conclusión al relato. Pero siempre aparece una línea más, un último epílogo que nunca resulta ser el último.

Se ven en el parque con la incertidumbre del qué pasará, con la esperanza de un milagro que borre todos los capítulos fallidos de su pasado y  les permita ser felices juntos. Sin darse cuenta de que ellos mismos son, en ocasiones, sus peores enemigos, por negarse a aceptar que la vida está llena de decisiones sencillas. Dolorosas, pero sencillas.

Se saludan cordialmente. Derrochan sonrisas y simpatía, como si nada hubiera ocurrido entre ellos. Y durante el tiempo que dura un parpadeo son capaces de crear la ilusión de que verdaderamente tienen una oportunidad para comenzar de nuevo.

Pero el instante pasa, como una pompa de jabón que se estrella contra el suelo tras su leve pero elegante viaje. Vuelven los recuerdos, las angustias. La tristeza. Sus sonrisas ajadas se agarrotan, y la conversación comienza a languidecer, a hacerse previsible.

Y los dos entienden que todas las esperanzas que han depositado en ese encuentro acaban de desvanecerse, como un sueño nocturno cuando llegan los primeros rayos de sol. Y llevados por la decepción, piensan que quizás eso era lo que necesitaban para cerrar su historia. Un último vistazo a lo que pudo ser, fue, pero ya no será. Desilusión con una gota de alegre nostalgia.

Se sienten preparados para seguir adelante con sus vidas, por separado. El mundo, no obstante, se ríe de ellos mientras los observa bailar en círculos, consciente de que en su historia aún falta por escribirse un nuevo capítulo que, erróneamente, también les parecerá el definitivo.


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