jueves, 30 de agosto de 2012

227. La maldición de los deseos frustrados

La madre de Toni siempre decía que "el infierno está lleno de buenas intenciones". Hasta hoy nunca se había percatado de cuánta verdad hay en dicha afirmación.

Ha ido a hablar con Javi y hacer las paces de una vez por todas. La amistad verdadera es un millón de veces más poderosa que el enfado más justificado. Y éste ni siquiera lo es.

Javi está en la misma situación. Toni se le ha adelantado por cuestión de horas, ya que pensaba ir a visitarle y poner fin a este disparate. Le echa demasiado de menos como para seguir aplazándolo.

Los dos se quieren más de lo que puedan expresar con palabras y desean de todo corazón arreglar sus diferencias. Entonces, ¿cómo es posible que su encuentro termine tan mal?

Se reúnen para hacer las paces. Pero dos minutos más tarde están chillándose de nuevo, convirtiendo su pelea previa en un juego de niños. Y todo ello a pesar de su predisposición por arreglar las cosas.

Ojalá existiera alguien capacitado para interpretar esta clase de situaciones. Una especie de mago del comportamiento humano que fuera capaz de explicar qué desencadena algunas de nuestras reacciones. ¿Fue un gesto, un suspiro? ¿Una palabra mal expresada? ¿Fuerzas poderosas que nos rodean y que somos incapaces de percibir?

Es lo mismo que hace inexplicable que dos personas que se gustan con locura terminen por no ser amantes. Que gente que se odia pasen la vida juntas. Que familias unidas se separen y dejen de llamarse. Estúpido y sin sentido. Y sin embargo, todos caemos en la trampa.

Es la maldición de los deseos frustrados. El injusto autocastigo que nos imponemos para evitar que la felicidad llame a nuestra puerta, como si pensáramos, tontamente, que no somos dignos de ella.


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