domingo, 26 de agosto de 2012

223. A veces un final es un final

Déjame en paz.

Eso es lo que ponía el mensaje. Déjame en paz.

Y de repente el enfermizo, malsano, a ratos incomprensible pero aún así satisfactorio juego que lleva meses manteniendo con Javi se rompe en mil pedazos. Inesperada y salvajemente.

Es como la crítica que leyó una vez sobre "Algo salvaje". La reseña decía que es una película en la que "te ríes, te ríes, hasta que llega un momento en el que dejas de reírte". Pues algo similar acaba de sucederle a Sara. En un instante la situación ha pasado a no tener ni puta gracia.

¿Qué esperabas realmente que ocurriera entre Javi y tú? se interroga con dureza, como si fuera el implacable fiscal en su propio juicio. ¿A dónde crees que llevaban todas esas idas y venidas? Los juegos, las insinuaciones, los sí pero no. Las promesas de una segunda oportunidad con los dedos cruzados, mientras otros hombres pasaban por tu cama.

Duele. Duele demasiado como para intentar pensar en una respuesta sincera.

¿Quería volver con el chico pero temía que su orgullo sufriera un varapalo si él la rechazaba? ¿O quizás una parte de ella deseaba intentarlo pero otra, la misma que la llevó a engañarle la primera vez, le decía que no fuera mentirosa, que en el fondo Javi no es lo que realmente anda buscando?

Ahora ya nunca lo sabrá. Porque Javi ha roto la cuerda. Los otros enfados nunca le parecieron definitivos. Este mensaje lapidario sí que lo es.

Por eso no entiende a qué viene que él la llame varias veces un par de días más tarde. Por eso tampoco coge el teléfono. Porque a veces un final es un final. Y si no te gusta, nadie te obligó a participar en el juego.


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