domingo, 19 de agosto de 2012

216. Una voz interior

Álex pasa buena parte de su tiempo hablando consigo mismo.

No está loco ni escucha voces. Al menos en plural y en el sentido en el que lo hacen los esquizofrénicos. Simplemente hay algo dentro de él que le sirve de guía. Un amigo invisible que le dice qué está haciendo bien y qué no. Aunque luego sea libre de seguir actuando como le plazca.

En cualquier disciplina artística te recomiendan que conozcas perfectamente las reglas antes de empezar a saltártelas. En la vida es igual. Puedes ignorar los buenos consejos y hacer lo incorrecto. Pero que al menos tengas claro en qué te estás metiendo.

Álex tiene a su voz. Habla con ella por las noches. Aunque, para ser más exactos, él sólo se limita a escuchar. Es la voz la que hace balance de la situación. La que le da ánimos en los malos momentos, la que le recrimina las decisiones equivocadas. Es su mentor, su guía, su faro.

Dicho así es fácil pensar que al chico le faltan un par de tornillos. Pero, paradójicamente, estas charlas unilaterales son lo único que le permiten mantener la cordura.

Es esa voz la que le hizo comprender que estaba enamorado de Anabel. La que le impidió hundirse cuando no tenía motivos para vivir. La que le exhorta a ser feliz con Kim. Es, a falta de un término mejor, y a pesar de su condición de no creyente, la voz de su alma hablándole. 

Ha aprendido a confiar en ella, precisamente porque le dice cosas que no desea escuchar. Es comprensiva, pero no indulgente. Le obliga a admitir los fallos y a esforzarse.

Y ahora la voz le dice que es momento de volver a trabajar. Se acabó el tiempo muerto. Estaba postrado en el suelo. Luego pasó a estar de rodillas. Kim ha conseguido hacer que se levante. Pero el último paso es suyo. Toca volar y volver a tocar el cielo con los dedos.


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