sábado, 26 de mayo de 2012

131. Palabras malditas

Jorge sabe que algo va mal antes incluso de que Silvia abra la puerta de casa. Tampoco tiene demasiado mérito. Lleva esperando este momento desde hace una semana. Podría esperarlo eternamente. El temor a que todo se desmorone le mantiene alerta las 24 horas del día.

Silvia entra, le da un beso y se quita la chaqueta, pensando en la mejor manera de hacer que la conversación parezca casual. Lleva ensayándolo todo el trayecto a casa, y aún así no logra que sus palabras suenen del todo naturales.

- ¿A que no sabes quién ha regresado a la película? Javi 

Lo dice con una mezcla de emociones que hace imposible discernir cual es la predominante. Lo peor es que Jorge podría jurar que la rabia no está incluida en la lista final de sentimientos, lo que resulta tan desolador como preocupante. 

Es mezquino y egoísta, lo sabe. Pero preferiría que la preocupación de Silvia fuera por tener que compartir plató con alguien a quien odia, y no por hacerlo con alguien a quien aún ama.

Ajena a los pensamientos de su novio, Silvia medita sobre sus opciones. Sería un buen momento para confesarlo todo, se dice a sí misma. Está convencida de que Jorge la ama y es muy posible que la perdonara.

Sería un buen momento para hablarle de sus sospechas, ya casi certezas, piensa él. Cree que si elige bien sus palabras, ella optará por seguir a su lado y no abandonarle.

Y sin embargo ninguno abre la boca. Porque hay palabras que están malditas y que, una vez que se pronuncian, tienen consecuencias imprevisibles. Así que, guiados por el miedo a lo que pueden perder, permanecen en silencio, custodios individuales de un secreto compartido por ambos.


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