sábado, 12 de mayo de 2012

117. Aprendices fortuitos

La vida real comienza a llamar a su puerta.

Han permanecido una semana en la casa de la playa. Llegaron nerviosos, tristes, preocupados. Y aunque los sentimientos no han desaparecido del todo, al menos sí que han quedado archivados en una parte de su memoria a la que no recurren constantemente.  Un pequeño remanso de paz en medio de sus tormentosas vidas.

Lo cierto es que no han experimentado ninguna catarsis. No ha sucedido nada que haya motivado que sus vidas se pongan patas arriba, ni han hecho grandes descubrimientos personales. Simplemente han aprendido a respirar profundamente. A veces, si les dejamos espacio, nuestros problemas, esos que tanto nos atormentan, terminan adquiriendo su propia dimensión, muchas veces de un tamaño más reducido de lo que nos imaginábamos en un principio.

Álex, Toni y Javi son aprendices fortuitos. De esos que acaban entendiendo el valor de una sonrisa, la necesidad de la paciencia. La importancia de poner cada sentimiento en su lugar, creando un auténtico mosaico de necesidades, deseos, temores y esperanzas.

Luchando por separado, llegaron sin tener muy claro cuál era su propósito, ni siquiera si tenían uno. Simplemente se habían dejado arrastrar por los acontecimientos, intentando no perecer ahogados entre sus emociones.

Pero ahora ya lo tienen claro. Han decidido apostarlo todo a ser felices. Que puede sonar ridículo, pero no lo es. Se trata de un compromiso para el que hace falta valor. Si no fuera así, no habría tanta gente que se resigna a vivir una existencia gris, encerrando sus sueños en el baúl del olvido.

Son ambiciosos. Han saboreado la alegría y no piensan renunciar a ella.


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