martes, 15 de mayo de 2012

120. Ciclos vitales

La muerte forma parte del ciclo de la vida. Es una de esas verdades universales que todos entendemos pero que nos negamos a aceptar sin reparos. Quizás porque somos egoístas. Porque siempre deseamos un poco más. Una última sonrisa, una última mirada. La promesa de otro gran momento que todavía no ha llegado.

Ni siquiera es auténtico miedo a lo que vamos a encontrarnos. Porque tarde o temprano todos experimentaremos lo desconocido. Y es de tontos asustarse ante lo inevitable.

El problema es que la muerte siempre trae vacío y tristeza. La sensación de derrota. Por eso nos asusta tanto. Por eso queremos alejarla de nuestro lado.

Toni coge entre sus manos la pequeña canasta de mimbre en la que descansa el pajarillo herido. Todavía respira, lo que es una buena señal. Pero quizás no sea suficiente.

Salen a la calle. Los tres se miran con gesto serio, conteniendo la respiración. Final feliz o decepción. Es el momento de la verdad, retrasarlo más no deja de ser un acto de cobardía al que saben que no pueden entregarse. Volará o morirá. Y pase lo que pase, ellos seguirán con sus vidas.

Es curioso. Ninguno es creyente, pero hoy, entre susurros, rezan sus plegarias a cualquier fuerza que quiera escucharles. A veces se hace imprescindible creer en algo.

El pajarillo yergue la cabeza. Parece que va a exhalar su último aliento. Pero entonces, como por arte de magia, despliega sus alas y, tímidamente, alza el vuelo.

Se pierde en el horizonte, ganando altura, sin volver atrás para despedirse. No es necesario. Las lágrimas corren por los rostros de los tres amigos. Estaban preparados para ello. La agradable sorpresa ha sido descubrir que lo que les asalta son lágrimas de felicidad.




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