jueves, 24 de mayo de 2012

129. Muros invisibles

La máquina del tiempo se ha puesto en marcha y las consecuencias, a largo plazo, pueden ser catastróficas. Está advertida. Lo sabe. Y aún así, sigue adelante con su carrera suicida.

Por qué ha vuelto con Carlos es algo que Kim no termina de entender del todo. Aunque lo cierto es que tampoco se ha interrogado seriamente al respecto. "Si piensas que la respuesta no te va a gustar, no te formules la pregunta, bonita". Es el consejo gratis que se ha ofrecido a sí misma. Y no le parece nada desacertado.

Lo peor del caso es que en estos días ha recordado fácilmente por qué le gustaba tanto este chico. Por contra, aún no se atisban en el horizonte los comportamientos que le hicieron alejarse de él como de la peste. Pero están ahí. Ella lo teme. Lo sabe. Aunque desee engañarse al respecto.

Carlos parece otro. Pero no es otro, es Carlos, ¿verdad? Quizás sea un nuevo Carlos, una versión 2.0. Pero los seres humanos no cambian. Sólo se actualizan un poco, disimulan mejor sus defectos. A veces logran mentirse a sí mismos el tiempo suficiente como para creer en los milagros. Pero al final un día se miran al espejo y comprenden que siguen siendo ellos mismos.

Así que por una parte disfruta de la atención, del cariño, de los momentos de ternura (usará todos los términos que pueda con tal de no nombrar el amor) Pero por otra vive con el miedo constante a descubrir que todo es una broma macabra. A ver al Carlos al que ya no quería ver.

Por muy listos que nos creamos, todos vivimos en un estado de perpetua confusión. Y Kim no es diferente. Está encerrada entre muros invisibles. Una cárcel en la que se debate entre lo que desea, lo que necesita y lo que tiene. Tres cosas que, por desgracia, rara vez coinciden, como términos antagónicos en constante lucha que se llevan por delante muchas de nuestras ilusiones.

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