domingo, 6 de mayo de 2012

111. La aprobación de los ausentes

Sale temprano de la casa de la playa, sin comunicar cual será su paradero. Nadie pregunta tampoco. Entienden que, sea lo que sea, ha decidido hacerlo solo. Y respetan esa decisión.

Álex conduce hasta el cementerio. Lleva toda la noche en vela, dándole vueltas a una situación tan compleja como evidente. Ha extraído sus propias conclusiones. Pero ahora llega la parte dura: buscar la aprobación de los ausentes.

Entiende que Anabel no va a contestarle. Que está jugando una partida de ajedrez consigo mismo, en la que oirá simplemente lo que decida contestarse. Más aún, es consciente de que sus actos son injustos e egoístas. Porque pondrá en boca de su novia palabras que nunca sabrá si hubiera suscrito o no. Juega a ser Dios para lavar su propia conciencia.

Y aún así, allí está. Hablando entre susurros con una lápida.

"Hola, Anabel - la saluda, e inmediatamente comienza a llorar

No era así como se había imaginado la escena, pero tampoco hace demasiados esfuerzos por contener sus emociones. Da lo mismo si vocaliza las palabras o sólo las imagina. Los muertos no tienen oídos, a ellos no les importan los detalles triviales.

- Estoy aquí para decirte que creo que me he enamorado

"Y quiero tu aprobación". Es lo que pensaba que le pediría. Creía que para eso había venido. Pero finalmente no pronuncia estas palabras. El discurso acaba con el anuncio.

Se da cuenta de que, en el fondo, sólo quería contárselo. Porque sigue siendo su mejor amiga. Porque es el amor de su vida. Y porque entiende que, más allá de sus propias dudas, Anabel realmente se alegraría por él. Si los muertos pudieran tener sentimientos.


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