lunes, 23 de abril de 2012

98. La noche anterior: Silvia

Llora durante horas. Llora como nunca pensó que se pudiera llorar, hasta que le duelen los ojos y siente que sus mejillas están ardiendo por culpa de la tristeza. Se desgañita con sollozos inútiles que nadie escucha y nada solucionan.

Cuando al fin logra calmarse, Silvia se mete en el coche. En vez de ir a casa, primero da una vuelta por el pueblo. Por un momento está tentada de coger la carretera y no regresar jamás, pero no es más que una pataleta de niña pequeña que nunca llega a considerar seriamente.

Ha engañado a su novio y su amante la ha abandonado. Tendrá que vivir con ello.

Cuando abre la puerta de su piso, Silvia parece otra mujer, una más feliz. Es muy buena fingiendo, y lo sabe. Pero quizás peca de exceso de confianza en su propia habilidad, ya que Jorge nota de inmediato que algo le ocurre. Puede engañar al resto del mundo. Pero no a él.

Sin embargo Jorge no dice absolutamente nada, guardándose sus certezas. Permite que ella siga creyendo que le ha engañado, desempeñando el papel de novio tonto incapaz de distinguir la realidad de las apariencias. Si es lo que necesita, él se lo dará. Y cuando quiera contarle qué le pasa, también la escuchará. Así es Jorge.

Silvia besa con ternura a su novio. Al menos eso sí es real. Cierra los ojos concentrándose en el aquí y ahora. Y se da cuenta de lo afortunada que es por tenerlo en su vida.

Tras la cena, que ha preparado él, los dos juegan con Luna en el jardín trasero. Y Silvia ríe, y por un momento parece que todas las lágrimas que ha vertido horas atrás realmente pertenecen a otra vida, una muy lejana, en la que no merece la pena pensar.

Disfruta el momento. Sabe que no durará.

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