domingo, 15 de abril de 2012

90. Montañas rusas

De pequeño, a Toni le encantaba montarse en la montaña rusa. Adoraba la mezcla de sensaciones. Alegría y terror. Las subidas y bajadas. El saber qué iba a suceder en cada momento y al mismo tiempo no estar preparado para ello.

De vuelta a la cafetería, el escenario de los últimos capítulos de su pequeña e insignificante tragedia (pero no por ello menos dolorosa) comprende que, en lo que respecta a Elsa, está montando en una montaña rusa emocional, en la que es imposible predecir qué sentimientos le invadirán cada nueva mañana.

Y aunque al principio fue excitante y le hizo sentirse vivo, ahora empieza a estar cansado de la atracción. Quiere bajar y pisar tierra firme. Está harto de las historias difíciles. Puede que sean las que más se recuerdan. Pero rara vez tienen un final feliz.

Elsa se sorprende al verle aparecer. Después de lo sucedido el día anterior, no esperaba que Toni regresara. Ni siquiera le ha llamado, ni le ha dejado un mensaje. No por falta de ganas, sino porque, como en el caso de Pablo, no sabría qué decirle. Ella también está cansada del juego.

- ¿Qué quieres? - pregunta Elsa, sin fuerzas para más drama en su vida

Toni suspira, dándose cuenta de que no está seguro. Su cabeza y su corazón llevan peleados demasiado tiempo, queriendo hablar a la vez. Han tomado el control por turnos tantas veces que es imposible diferenciar quién quiere qué.

Pero tiene que acabar. Decida lo que decida, no puede seguir caminando entre arenas movedizas. Ha de escoger un camino y ser consecuente con lo que realmente desea.

Entonces, por primera vez en mucho tiempo, Toni lo ve claro. Y toma una decisión.


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