domingo, 29 de abril de 2012

104. Los caprichos del tiempo


La vida es cambio. Nuestros sentimientos nos transforman a cada minuto, sin pausa ni piedad. Sólo somos nosotros mismos un instante. Después pasamos a ser un nuevo yo.

Toni reflexiona sobre ello mientras recuerda el día que conoció a Elsa y cómo le dejó sin respiración. Posteriormente vinieron momentos mejores y también peores. Pero nunca se puede tener dos veces una primera impresión.

Fiel a su estilo, el tiempo les dio intimidad y conocimiento mutuo. Y con ello llegaron los momentos más hermosos, pero también los problemas. Se enamoró de un ideal. Luego aprendió a discernir la realidad del sueño, e intentó olvidarse de lo que imaginaba y concentrarse en lo que era.

Creyó que conocer sus imperfecciones le hacía quererla más y de un modo más sincero. Ahora ya no está seguro de su teoría. Lo único que sabe es que le gustan las cosas sencillas, y que en algún momento todo del camino comenzó a complicarse demasiado.

Ya no fue sólo su novio. Ni los otros hombres, aunque eso tampoco ayudó. Fue el día a día, pequeños detalles incómodos que hicieron evolucionar sus sentimientos hacia ella. Huyendo de cualquier procesamiento racional, prefirió agarrarse de nuevo a la ilusión de que la amaba incondicionalmente. Su fe en  ese pensamiento casi lo destruyó.

Hoy Toni ya no sabe lo que siente por Elsa. Si sigue siendo amor, o amistad, o nada en absoluto. Ni siquiera está seguro de que le caiga bien. La distancia ofrece perspectiva. Pero la perspectiva suele ser enemiga del romanticismo.

El tiempo varía las reglas del juego a su antojo, mientras intentamos aferrarnos a unas ideas preestablecidas que ya se han evaporado, como si estuvieran hechas del tejido de los sueños.


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