domingo, 26 de febrero de 2012

41. Silencios

A Elsa nunca le ha gustado depender de nadie. Por eso ha decidido refugiarse sola en una cafetería, cada mañana, hasta que su dolor le conceda una tregua.

Toni entra por la puerta y se dirige a la mesa donde está Elsa. Sonríe y se sienta, sin sentirse obligado a pedir permiso para hacerlo o dar explicaciones de por qué está allí.

Un cúmulo de sentimientos contradictorios pugnan en el cerebro de la chica por convertirse en la opinión predominante. Incredulidad. Cierto enfado. Incomodidad. Pero también un poco de alivio. Decide darse un margen de tiempo antes de decidir cómo se siente realmente.

- ¿Qué haces aquí? - pregunta, cortante
- Tomar café. Es lo que se suele hacer en las cafeterías
- Tienes muchas mesas en las que sentarte
- Me gusta ésta.
- Entonces me moveré yo
- Me gusta la persona que se sienta en ésta - rectifica, con una sonrisa.

Elsa aparta la vista de Toni y se concentra en su bebida. No le apetece hablar, ni escuchar que todo irá bien. Sólo quiere saborear su desilusión en silencio, sin espectadores.

Pero Toni no abre la boca. Ni siquiera se detiene a mirarla fijamente. Durante media hora, simplemente permanece allí sentado, con su propia bebida, tan invisible como presente. Sólo cuando Elsa se está levantando, para irse, decide formular una pregunta

- ¿Mañana a la misma hora?

Elsa asiente con la cabeza. Sale de la cafetería, con una inesperada sonrisa en su rostro.

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