lunes, 20 de febrero de 2012

35. Tres sonrisas

Al igual que en el calendario cristiano (curiosa comparación para un ateo como Alex), su historia con Anabel tuvo un "antes de". La noche que pudo cambiarlo todo.

Llevaban flirteando durante algunos meses. Primero habían sido compañeros de clase. Luego, colegas de cafetería. Amigos de fiesta. Confidentes. Inseparables. Pero no enamorados. Todavía no.

- Te quiero - la sorprendió Alex con su confesión, mientras se quitaba los patines con los que habían estado practicando - Te quiero y no soy justo al decirlo. Pero tampoco soy justo al guardármelo.

Anabel apartó la mirada, lo que nunca, en ninguna cultura del planeta tierra, se ha interpretado jamás como una buena señal. Fue un gesto instintivo, rápido. Pero de inmediato recuperó las agallas y se armó de valor para mirarle.

- Me gustaría quererte - dijo ella.

Alex sonrió y se levantó, dispuesto a marcharse. Podrían seguir hablando durante siglos, pero las palabras importantes estaban talladas en la piedra. A veces lo complicado resulta sencillo.

- No me pones - añadió Anabel, a modo de disculpa.

Segunda sonrisa en el rostro del chico.

- Tú a mí tampoco, no eres mi tipo - respondió con sinceridad - Pero tengo fe.

No dijo nada más. Críptico, tonto, simple. Comenzó a caminar sin mirar atrás, aterrado ante la posibilidad de convertirse en estatua de sal si era débil.

Caminó y caminó hasta que escuchó el ruido de unos desgastados patines a su espalda. El sonido de una decisión. Esbozó su tercera sonrisa.

2 comentarios: