lunes, 13 de febrero de 2012

28. Fantasmas corpóreos

La vida es una película empezada a la que intentamos cogerle el hilo sobre la marcha. Ni siquiera nuestra propia historia comienza con nosotros mismos. Siempre hay un antes. Y un después. Incapaces de asistir a todo el espectáculo, hemos de conformarnos con disfrutar algunos pasajes.

Hace años, antes de Elsa, Toni amó a otra mujer como si no hubiera mañana. Creyó entregarle su corazón. Pero era mentira. Ella desapareció y el corazón de Toni siguió dentro de su pecho, esperando a que llegara el momento de la siguiente ofrenda.

Toni se enamoró de una mujer que no lo amaba. Llegó a pensar que se trataba de una constante en su vida, pero ha terminado aceptando que es una constante universal. Amamos a quien no nos ama y somos amados por quienes no amamos. Todos ganamos. Todos perdemos.

Lo intentó todo. Alejarse de ella, acercarse a ella.  Sonreír en los días de lluvia. Llorar en los días de sol. Jugó a odiarla, a quererla, a odiarla por quererla. Habló, calló. Se mostró orgulloso y se humilló. Probó todas las combinaciones, y todas fracasaron, como un juego de feria trucado en el que resulta posible acertar.

Al final la perdió. El corazón se le quebró. Durante un tiempo la echó de menos. Mucho. Todos sus pensamientos llevaban su perfume. Pensó que no lo superaría. Se equivocó.

Con el tiempo el recuerdo se fue difuminando. Los pensamientos murieron, o se mudaron a donde quieran que van los amores del pasado. Y su gran amor pasó a ser un fantasma corpóreo, una aparición que sólo se manifestaba muy de tarde en tarde, como un visitante fugaz.

Hoy día la recuerda, pero ha olvidado su nombre. En su momento se forzó a hacerlo. E hizo un buen trabajo.

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