sábado, 11 de febrero de 2012

26. Una cuestión de autoestima

Hoy Silvia parece un auténtico torbellino, paseando inquieta por el salón.  Jorge, su novio, la mira sin atreverse a preguntarle qué le ocurre. Sabe que, a pesar de su carácter extrovertido y dicharachero, cuando Silvia se enfada las paredes tiemblan. Y no quiere pagar el pato por algo de lo que, por una vez, está seguro que él no tiene la culpa.

- Vaya imbécil el guionista que han traído - explota finalmente Silvia, que no veía la hora de desahogarse en voz alta - Se comporta como si tuviera todas las putas respuestas.

Que Silvia diga un taco es señal de que está muy alterada. Luna, la golden retriever de la pareja, entra en el salón. Jorge la abraza y mira de nuevo a Silvia.

- ¿Quieres que saquemos a pasear a Luna y así a lo mejor se te pasa el cabreo?
- No. Quiero que veamos alguna peli de Javi. Alguna de sus obras maestras, para ver qué es capaz de hacer "el Leonardo de la comedia".

Jorge no se atreve a discrepar. Se sienta en el sofá, mientras Silvia pone un DVD que, casualmente, ya tenía a mano. Durante la película, no para de morderse las uñas, en silencio.

Lo que Silvia no puede (o no quiere) exteriorizar es que lo que realmente le molesta de Javi es la seguridad que tiene en sí mismo, cuando ella duda continuamente. Le cabrea que alguien tenga tanta autoestima. Por eso es importante que la peli sea una mierda. Para bajarle los humos. Para que pueda convencerse de que Javi sólo es otro presuntuoso demasiado pagado de sí mismo.

El problema es que, contra sus deseos, la película le encanta. "El hijo de puta es bueno", reconoce para sí misma. Por supuesto no lo verbaliza. En vez de ello, se va a la cama sin decir buenas noches, pegando un fuerte portazo, mientras Jorge y Luna se miran sin saber muy bien qué hacer.

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