jueves, 16 de febrero de 2012

31. Unicornios

Alex tarda casi veinte minutos en darse cuenta de que Kim no le está prestando la más mínima atención. Deja una frase a medias y se queda en silencio. Segundos más tarde, Kim se gira hacia su paciente, como un alumno al que hubieran pillado copiando en medio de un examen.

- No me estabas haciendo caso - dice Alex, sin reproche. Sólo constata un hecho
- La verdad es que no - admite Kim sin rubor - Estaba dibujando un barco superchulo.
- Eres mi terapeuta. Se supone que te pago para que me escuches
- Lo sé, lo sé. Pero es que llevas todo el rato hablando de lo buena que era Anabel. Anabel esto, Anabel lo otro... al final he acabado desconectando.

Por primera vez Alex sí parece un poco enfadado. Ocurre siempre que alguien usa el nombre que, egoístamente, considera que sólo debería salir de sus labios.

Kim se incorpora, mira fijamente a Alex y le lanza un reto por sorpresa.

- Dime algo malo de Anabel
- ¿Qué?
- ¿Sabes? Los unicornios molan. Con su cuerno, y su pelaje, y lo rápido que corren... El problema es que no son reales. Y hasta donde sé, Anabel es un unicornio. Y me cae mal

El semblante de Álex se ensombrece. Sin mediar palabra, sale de la consulta y cierra la puerta.

Kim se queda pensativa. Recoge sus papeles, mira por la ventana. Hace tiempo. Pasados cinco minutos suspira y se prepara para irse. Y justo entonces, Alex regresa.

- Nunca admitía un error - dice, con cierta tristeza
- Y ahora, Anabel ya me cae mejor - dice Kim sin perder la sonrisa . ¿Continuamos?


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