sábado, 22 de septiembre de 2012

250. Estrellas fugaces

Una estrella fugaz surca el firmamento y todos aprovechan para pedir un deseo. Porque siempre hay algo que ansiamos. Es nuestra bendita maldición. Sentirnos incompletos, pero sabedores de que aún podemos aspirar a lograr esos sueños ausentes. Nada es imposible.

Álex pide que Kim despierte. Es todo cuanto necesita. Ella es su alfa y su omega, su día y su noche. El resto de preocupaciones mundanas son tonterías que nunca volverán a importarle.

Toni sólo quiere ser feliz. Lleva años jugando a ser un alma torturada, pero ya le cansa enfadarse por estupideces. Su deseo, su tonto deseo, es no dejar de sonreír jamás.

Javi se muere por recuperar la ilusión. Egoístamente añade un segundo deseo: hablar una última vez con Sara. Quizás su historia ya esté cerrada. Pero no tiene por qué estar conforme con ello.

Lorena le cede su deseo a Toni. Rehúsa pedir algo para ella misma. No cree demasiado en la suerte, y en cualquier caso quiere labrarse su propio destino sin que el azar intervenga.

Eli sueña con quedarse embarazada. Sabe que Javi no la ama, lo ve en sus ojos. Pero un hijo es todo cuanto necesita para mantenerlo a su lado. Está convencida de ello.

Sara habla con la estrella y pide un imposible: que el tiempo retroceda. Anhela una segunda oportunidad para hacerlo bien con Javi. Ser más fuerte y vencer a las tentaciones.

Elsa, la olvidada Elsa, querría ser bendecida con una amnesia parcial que le permitiera borrar el recuerdo de todos sus fracasos pero sin olvidar sus triunfos, que también los tuvo.

Todos tienen un deseo. Incluso este narrador, que también mira por la ventana y sueña con los ojos abiertos. Pero ésta no es mi historia. No tengo derecho a colarme entre estas líneas. Ni tampoco me apetece compartir mi deseo. Sólo espero que algún día se cumpla.


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