lunes, 10 de septiembre de 2012

238. Profesionalidad

Álex se sienta un minuto a descansar. Está en la National Gallery de Londres, donde acaba de tachar de un plumazo cuatro cuadros: "El banquete de Baltasar", "Ecce Homo", "Cristo y la mujer adúltera" y "La lamentación sobre Cristo muerto". Aún quedan muchos en su lista. Demasiados.

Nota que alguien se sienta a su lado en el banco de madera. Por un momento piensa que se trata de algún turista cansado que intenta recobrar fuerzas. Por eso se sorprende al descubrir que se trata de una de las vigilantes del museo, una señora negra de unos cincuenta años de edad.

- Perdona que te moleste - dice Marianne, al menos ese es el nombre que aparece en su tarjeta de identificación - pero es que necesitaba hablar con alguien. Hoy no tengo un buen día. A decir verdad hace mucho que no tengo uno de esos. Mi marido está en casa, bebiendo y viendo la televisión. Es todo lo que hace desde que le despidieron de la fábrica hace ya año y medio".

"Yo soy la única que lleva dinero a casa. Pero eso sólo parece enfurecerle más. Me grita todo el tiempo. No recuerdo la última vez que me fui a la cama sin haber llorado antes".

"Tengo dos hijos que están en la universidad y que ya nunca llaman. Ni siquiera para preguntar qué tal estoy. Y me duele, porque intenté ser una buena madre. Lo hice todo por ellos. Pero es como si simplemente hubieran pasado página y se hubieran olvidado de mí"

De repente la mujer, con lágrimas en los ojos, se siente horrorizada consigo misma y pide perdón por su comportamiento. "Esto es muy poco profesional por mi parte", se excusa.

Intenta levantarse, pero Álex le coge la mano impidiendo que pueda irse. "Está bien", le dice. "A veces hay que saltarse la profesionalidad". Le pide que siga hablando, que le cuente cosas de ella, de su trabajo. Consigue arrancarle una sonrisa. Eso hace que él también se sienta mejor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario