domingo, 2 de septiembre de 2012

230. El enemigo imaginario

Álex no es creyente, pero en días como hoy le resulta más fácil pensar en la existencia de un ser supremo. No porque quiera pedirle ayuda, eso ya lo intentó infructuosamente el día de la muerte de Anabel. Se trata de todo lo contrario. Encuentra reconfortante poder odiar a un poder superior que, de existir, no tiene misericordia y es pura maldad. 

Está harto de escuchar la manida frase de que "los caminos de Dios son inescrutables". Por hermético que sea el muy cabrón, un Dios que mata niños, se regodea en las desgracias y acaba de arrebatarle por segunda vez a la mujer que ama no puede ser bueno. Es un puto psicópata, eso es lo que es.

- No lo hagas, amigo - dice Toni tras escuchar a Álex - No juegues la baza de Dios. La teoría de la conspiración. Somos ateos por un motivo, y es que no creemos en esa mierda. Sé que quieres culpar a alguien, pero no puedes basarte en la superchería, por atractiva que resulte
- Joder. ¿Quieres decir que esto no ha pasado por algún motivo? ¿Que el que quiera a dos mujeres y las dos mueran en un puto accidente de coche es sólo cuestión de mala suerte?
- Kim no está muerta - responde Toni
- Aún

Los ojos de Álex se humedecen. Vuelve a pensar en ese Dios imaginario y se dice que si realmente existe, éste sería un buen momento para mostrarse y tener un gesto de buena voluntad. 

Pero no sucede nada. Y aunque quiere odiarlo, Álex comprende, con tristeza, que ni siquiera le queda ese recurso. Porque es absurdo echarle la culpa a una figura imaginaria. Porque, aunque sea difícil de asimilar, a veces las desgracias son sólo cuestión de mala suerte. No hay más. 

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