viernes, 21 de septiembre de 2012

249. Palabras mudas

La primera vez que vio "Lost in translation", con Sara, a Javi la película le dejó bastante frío. No es que no le gustara. El problema es que le resultaba imposible empatizar con el personaje de Bill Murray o comprender los motivos de su crisis.

Lo que él veía era a un actor rico, al que le están pagando una millonada, y que se siente deprimido por estar de gira en Tokyo. "Vaya problema", comentó en su momento Javi, ante la atónita mirada de la que en ese entonces era su novia.

Han pasado algunos años y ahora Javi no sólo adora la película, sino que además se siente plenamente identificado con ella. Por fin lo ha comprendido. El absurdo de la tristeza, el sinsentido de tenerlo todo y no tener nada.

Trabaja en lo que le gusta, está bien considerado y el dinero hace tiempo que no es un problema. Pero se siente hundido. Mucho más que en aquellos años de universidad donde 10 euros eran todo un lujo y podía pasarse noches enteras en el aeropuerto sólo para ahorrarse el dinero del taxi.

Alguna pieza se ha roto y no hay manual de instrucciones que explique cómo recuperar la sonrisa. Sentado en el salón, desearía tener a su lado a Sara y decirle que ella tenía toda la razón. Pero Sara no está, sino Eli. Y aunque la quiere, o cree que la quiere, o desea quererla, no es lo mismo.

Se siente vacío y desamparado. Y recuerda el final de la película, cuando Bill Murray le susurra algo al oído a Scarlett Johansson. A lo mejor, piensa, lo que le revela es el secreto de la felicidad. Pero en pantalla son palabras mudas y Javi se queda con las ganas de conocer la fórmula mágica. Así que debe conformarse con soñar que algún día conseguirá vencer al desánimo.

Desgraciadamente, se da cuenta de que no será hoy.


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