sábado, 8 de septiembre de 2012

236. Última noche en el cine

Lorena siente un molesto cosquilleo en el estómago mientras se dirige al trabajo. Hoy es su último día. Mañana por la noche ya no se sentará en la taquilla del cine. Ni siquiera seguirá en el pueblo.

Aunque avisó de que dejaba su puesto hace 14 días, para dar tiempo a su jefe a buscar un sustituto, en este tiempo no se ha parado a pensar demasiado en el tema, como si no fuera algo real. Pero hoy se descubre a sí misma sintiendo nostalgia por la vida que ya no va a vivir. Esa que tantas veces ha maldecido y que hoy, curiosamente, sólo le trae buenos recuerdos.

El señor Dopico, su jefe, la intercepta antes de que pueda llegar a la taquilla.

- Hoy no tienes que trabajar, niña - le dice el anciano propietario - Alguien ha alquilado la sala para todo el día. Ha comprado absolutamente todas las entradas de todas las sesiones

Por un instante Lorena siente pena. Esperaba tener aún algunas horas por delante para asimilar su nueva situación. Suspira y se encoge de hombros, sin saber muy bien qué debe hacer a continuación. El señor Dopico la invita a que entre en el cine y disfrute de la función.

Lorena está a punto de protestar. Ya ha visto la película que están proyectando y no le apetece repetir. Pero ante la insistencia del dueño entra en la sala sólo para contentarlo.

Sin embargo lo que se está proyectando no es el estreno de la semana. Lorena sólo necesita una décima de segundo para reconocer de qué se trata. Ha visto esa película cientos de veces. Amelie.

No hace falta que el señor Dopico le confirme lo que ella ya sabe. Que Toni, el ausente Toni, es quien le está haciendo este regalo de despedida. Lorena, emocionada, no puede contener las lágrimas. Se alegra de irse al día siguiente, sin tiempo para despedirse de su ex novio. Porque si volviera a verlo teme que le abrazaría tan fuertemente que nadie sería capaz de separarlos jamás.


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