sábado, 10 de noviembre de 2012

Estatuas de sal

Un hombre sabio le dijo una vez que las decisiones son buenas o malas en sí mismas, sin tener en cuenta las consecuencias que suscitan. Puedes tomar el camino correcto y descubrir que todo sale mal. O equivocarte por completo y aún así tener suerte. Por eso no debemos fiar nuestro destino al juicio del mañana por llegar. A toro pasado es más fácil hacer predicciones.

Incapaz de trazar un plan maestro, consciente de que es mejor no intentarlo siquiera, Toni actúa sólo movido por el convencimiento. Hace lo que le dicta su instinto. Aún cuando intuye que su instinto se equivoca. No puede negar quién es. Tampoco quiere hacerlo.

Nunca ha flaqueado en sus convicciones. Y no porque le haya ido bien con este planteamiento. El hecho de que Elsa acabe de rechazarle de nuevo así lo prueba. Si sigue comportándose igual es, sencillamente, porque sabe que a estas alturas de su vida ya no sabría hacerlo de otro modo.

Los hombres sabios recuerdan la historia para no repetir los mismos errores. Pero sólo los necios se quedan anclado en el pasado. En la memoria de días mejores, o días peores, distintas clases de tortura para el mismo error común.

Y Toni, que no se cree especialmente listo, sí que es consciente de que camina en una carretera de un único sentido, y que los innumerables "otros yo" que pudo haber sido se pierden en la lejanía, como fuegos fatuos,  y no merece la pena perseguirlos.

Ha hecho muchas cosas en su vida de las que no está orgulloso. Ha logrado olvidar algunas, otras todavía se pasean por su cabeza. Pero jamás vuelve la vista atrás, con tristeza o arrepentimiento. Los que giran la cabeza se convierten en estatuas de sal. Los que miran hacia adelante, con convencimiento, esos aún tienen una oportunidad de salir triunfantes de la batalla.



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