viernes, 30 de noviembre de 2012

Detrás de las apariencias

Álex queda una tarde con Ángeles para hablar. Ha habido demasiada tensión entre ellos y no quiere que las cosas sigan así. Estén juntos o no, sigue siendo su mejor amiga y la echa de menos.

Con qué facilidad salen las mentiras de su boca. Con qué convicción es capaz de pronunciarlas.

Ángeles, aliviada al escuchar estas palabras, le confiesa que también piensa a menudo en él. Se da cuenta de que no supo manejar la ruptura como hubiera sido aconsejable y que el chico se merecía un final mejor. Le pide perdón si le hizo daño. Nunca fue su intención. Sabe que es lo que siempre se dice, pero aún así no deja de ser la verdad.

Le pide perdón. Con sinceridad. Ahí está la clave. Muestra arrepentimiento por su error. Y Álex debería darse cuenta de ello, aceptar las disculpas, conservar su amistad y sacar algo positivo de la experiencia. Pero aunque sus labios dicen "por supuesto", su cerebro ni siquiera está escuchando. Está cegado por la rabia.

Deciden tomarse con calma lo de reconstruir su amistad. La idea es de Álex, por supuesto. De este modo Ángeles se siente más segura, creyendo ser quien controla la situación. Y, sin darse cuenta, es ella la que empieza a acelerar las cosas. Pasan de verse un par de días a la semana a hablar todos los días por teléfono. Vuelven a reír, a hacerse confidencias. Como antiguamente.

El mundo de las apariencias. En realidad nada es como antes.

Álex termina conociendo a Richard, el nuevo novio de Ángeles. Sorprendentemente se llevan bien desde el primer momento. Contra todo pronóstico, parece que los dos hombres más importantes de su vida pueden llegar incluso a ser amigos. Un auténtico milagro.

Sólo que no es un milagro. Es el sonido de la venganza, tomando forma.


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