jueves, 10 de enero de 2013

La mejor Kim

Se pone una falda de tubo de color gris, una chaqueta a juego y se recoge el pelo. Cuando termina de arreglarse, se mira en el espejo. Siendo objetivos, ha elegido un atuendo muy profesional. Pero Kim no deja de sentirse como si se estuviera disfrazando para los carnavales.

Hoy es su primer día como psicóloga en su propia consulta. El momento con el que lleva años soñando. Pero ahora que lo ha conseguido, está asustada. El miedo a que nuestros deseos se hagan realidad es, incomprensiblemente, el más común de todos nuestros temores.

A las nueve de la mañana entra por la puerta un hombre de unos cuarenta y cinco años, Alfredo Cancela. Kim le da la mano, nerviosa, sin saber bien qué decir o qué hacer. Su paciente se da cuenta de ello, lo que la lleva a ofrecer explicaciones que sabe que tampoco tendría por qué dar.

- Lo siento - dice - Tengo que confesarle que es usted mi primer paciente
- Afortunadamente usted no es mi primera terapeuta - le contesta sonriente, para tranquilizarla

No es una buena sesión, al menos para Kim. Hace todo lo posible por prestar atención al hombre, pero lo cierto es que no se siente cómoda. No sabe qué hacer con las manos ni cómo sentarse. Y como entiende que los terapeutas deben dejar hablar a sus pacientes, tiene que morderse la lengua un par de veces para no interrumpirle.

- Le veré la semana que viene...si decide regresar - dice Kim al final de la sesión
- Oh, no se torture, no ha estado tan mal. Pero...¿me permites un consejo? Deja de intentar ser como los demás psicólogos y empieza a ser tú misma. Todos tenemos rasgos que nos hacen únicos y, por tanto, interesantes. Si los escondes, nadie podrá disfrutarlos y eso sería una tragedia. Así que no seas otra persona. Sé Kim. La mejor Kim que puedas. El mundo te lo agradecerá



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