lunes, 7 de enero de 2013

Algo más

Toni y Elsa eran grandes amigos. Se conocían a la perfección. Se complementaban. Podrían haber seguido juntos para siempre. Pero eso no es lo que ocurrió.

La culpa, si se le puede llamar así, la tuvo Toni. Desde el principio supo que lo que quería de Elsa era algo más. Porque cuando la miraba no la veía como una simple amiga, sino como la mujer de sus sueños. Y hay ideas contra las que no se puede luchar.

Los sentimientos son maravillosos, jamás deberíamos reprimirlos. Así que nunca se ha culpado por sentir lo que sentía. De igual modo que no se puede fingir el amor, tampoco se puede ir contra él. Ambos extremos pueden parecer injustos y dolorosos. Pero así es la vida.

Aún así, luchó cuanto pudo para intentar que sus sentimientos no le superaran, pese a saber que libraba una batalla perdida de antemano. Se esforzó por conservar la amistad de Elsa. Y al final, cuando se vio forzado a admitir que eso no era suficiente, todo se vino abajo.

A veces conocemos a alguien, conectamos y, a partir de ahí todo es una incógnita. Pero en otros casos sabemos ya de antemano que estamos viviendo tiempo prestado. Porque lo que queremos de esas persona y lo que tenemos es demasiado diferente como para no acabar colisionando.

Toni entendía la naturaleza de la maldición que le afligía y siempre supo que el final sería trágico. Y aunque a posteriori llegó a preguntarse si no se habría precipitado, si conservar la amistad de Elsa no habría sido mejor que nada, sabe perfectamente que la respuesta es un rotundo no.

Porque tan pronto como la hubiera recuperado como amiga, habría vuelto a desear algo más. Nuestro cerebro puede tratar de hacer tratos conformistas y mentirnos. Pero el corazón siempre sabe lo que quiere. Es un órgano terco que no se conforma con menos de lo que espera.



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