domingo, 13 de enero de 2013

A todas las Elsas del mundo

Todos hemos tenido a una Elsa en nuestra vida. Un cuento de hadas sin final feliz. El amor que se escapó, la ladrona de nuestra inocencia, el error que repetiríamos gustosamente.

Es la locura que no entiende de lógica. El recuerdo que nos obsesiona de un modo que no sabemos explicar ni nuestros amigos entender. La cicatriz en el corazón que nunca desaparece, el secreto que guardamos para nosotros mismos, la tortura que logra despertarnos una sonrisa.

Es la comparativa injusta con la que medimos el resto de nuestras pasiones. El fantasma inalcazable al que idealizamos. El sueño que regresa en plena madrugada.

El tren que pasa y que nunca regresará, por mucho que esperemos en la estación. El examen que fallamos porque no sabíamos las respuestas. El fracaso necesario para saborear otros triunfos.

Es la novela a la que le falta la última página. Las lágrimas que no nos arrepentimos de haber vertido. El reflejo invisible en el cristal, el susurro de palabras tristes que nunca recordamos olvidar, el quizás, el tal vez, el jamás y por siempre.

Nuestro castigo y nuestra recompensa, el hola y el adiós, el acierto y el error. Todo y nada. Esa es Elsa. Todos tenemos una. Es nuestro rito de paso. La aventura más excitante que debemos dejar atrás antes de empezar a vivir la vida real. 

Porque también es el motor que nos empuja a salir de nuestro caparazón y buscar el tesoro oculto al final del arcoiris. La chispa que pone en marcha nuestros sueños. Que nos enseña a no conformarnos, a no rendirnos, a seguir intentándolo, una vez más y mejor.

A todas las Elsas del mundo, gracias por existir. Sin vosotras no seríamos lo que somos. Nunca habríamos logrado reunir el coraje suficiente para intentarlo siquiera.


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