domingo, 23 de diciembre de 2012

Para siempre

La soledad es la compañía inseparable de la tristeza. Cuando necesitamos un respiro de la vida, lo primero que hacemos es aislarnos del resto del mundo para llorar en silencio las penas. Como si fuera un rito que todos tenemos que atravesar y para el que no podemos contar con ayuda.

Así se siente Javi después de lo de Sara. Se recluye en casa, desaparece de las redes sociales y apaga el móvil. No quiere ver a nadie.Pero sus amigos no parecen entender el mensaje porque, invariablemente, cada día, le llaman por teléfono. Aunque nunca conteste.

Se conecta a Facebook para lanzar un escueto comunicado. Les da las gracias por su preocupación, les asegura que está bien y que sólo necesita tiempo para él.

Álex y Toni le responden que no se preocupe, que lo entienden. Pero entonces, al día siguiente, vuelven a llamarle de nuevo. Es una situación que, en otro momento, podría resultar hasta cómica.

Viendo que la estrategia no funciona, comienzan a alternar llamadas telefónicas con visitas a su piso. Tocan el timbre. No reciben respuesta. Se van. Regresan pasadas unas horas. De nuevo la puerta sigue cerrada. Se marchan. Pero nunca desfallecen. Siempre regresan a la carga.

Llega un día en el que Javi, harto del acoso, o sencillamente de mejor humor, contesta al móvil y queda con ellos. Van a su cafetería de siempre, a la hora de siempre.

- ¿Por qué insistís tanto? - pregunta, sin acritud - Ahora mismo no soy una buena compañía
- ¿Y qué más da? - contesta Álex, con sinceridad - Somos tus amigos, estamos preocupados y no vamos a dejarte solo. No vamos a desaparecer. No cejaremos en nuestro empeño hasta arrancarte una sonrisa. Estamos aquí para siempre. Más vale que te acostumbres

Javi suspira, contrariado. Esa es la fachada. Por dentro, sonríe. La primera sonrisa tras la tormenta.


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