viernes, 14 de diciembre de 2012

Dudas y remordimientos

Sara y Rod se miran fijamente. Cuando él intenta besarla, ella gira la cabeza, temblorosa. Su cuerpo quiere, pero su mente no deja de pensar en Javi. Está confusa, no sabe qué hacer. De repente se siente una niña pequeña, inmersa en una situación que la supera por completo.

La función de esa noche ha sido un éxito. Han llenado el aforo y el público les ha dedicado una calurosa ovación, de esas que no se dan por compromiso, sino con auténtico convencimiento. 

El elenco al completo decide salir a celebrarlo. Sara llama a Javi para decirle que no la espere levantada, que llegará tarde...si no duerme en casa de alguna amiga. Él ya está acostumbrado a esas salidas nocturnas, así que se limita a desearle que se lo pase estupendamente.

Se divierte. Mucho. Tanto que casi no se da cuenta de que, poco a poco, el resto de sus compañeros van desapareciendo, hasta que sólo quedan Rod y ella. Son las cuatro de la mañana y, con los bares cerrados y demasiado borracha para pensar con claridad, acaban en casa del actor.

Y entonces sucede. El amago de beso, los remordimientos de Sara, su cerebro nublado, los pensamientos que se agolpan en su cabeza hasta que parece que le va a explotar.

Sólo que esto no es lo que realmente ocurre. 

La verdad del asunto es que Sara no está tan borracha como para no saber lo que hace. Lo cierto es que no se aparta cuando Rod acerca sus labios a los de ella. No piensa en Javi, no se debate en un mar de dudas. Se deja llevar y se acuesta con el chico. Tan sencillo como eso.

Nos gusta creer que nuestras reacciones están meditadas. Que pensamos las cosas, que medimos las consecuencias. Pero muchas veces, cuando la vida nos sorprende, simplemente actuamos. Bien o mal, eso son juicios de valor. Juicios que no tienen cabida en el fragor del momento.


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