sábado, 22 de diciembre de 2012

A pesar de los presagios, el mundo no se acabó

Tiene la sensación de que el corazón le late a cámara lenta. Siente que pasan siglos entre cada latido y el siguiente, como si ese pequeño músculo al que culpamos sin razón de nuestros problemas afectivos estuviera demasiado cansado como para seguir en funcionamiento.

Nota en su cabeza un pitido que se niega a desaparecer y que logra distorsionar todos los sonidos que escucha y que intenta procesar sin éxito. No oye voces, sino simple ruido amplificado sin orden ni concierto. Trata de seguir el hilo de las conversaciones, respondiendo más por intuición que por auténtico conocimiento acerca de qué pueden estarle hablando.

Cuando se va a la cama y cierra los ojos, Javi tiene el convencimiento de que se sumergirá en la nada. Que tan pronto como pierda la conciencia, el mundo dejará de existir. A fin de cuentas ya no hay motivo alguno para que siga haciéndolo.

Hoy Sara ha roto con él tras confesarle que le ha sido infiel.

Cuando se despierta, descubre que el mundo no se ha acabado. El sol ha salido como todos los días. Y la calle está abarrotada de personas que caminan como si nada hubiera sucedido, inmersas en sus propios asuntos y preocupaciones.

Le cuesta asimilar que, sin la salida fácil, le toca seguir adelante con su vida. Quizás el mundo siga en pie, pero el suyo no. Para él todo ha terminado.

Ese es su equivocado pensamiento. Pero aún pasará algún tiempo hasta que se dé cuenta de ello. Hasta que el pitido desaparezca de su cabeza y su corazón, con un merecido veredicto de inocencia, pueda latir de nuevo a su ritmo. Hasta que se vaya a la cama, sonriendo, deseoso de que llegue un nuevo día, en el que todo siga exactamente como está.


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