Álex invita a Richard a tomar unas copas, para conocerse mejor. La idea no es suya, sino de Ángeles. Al menos eso es lo que cree la chica. En realidad no es más que el muñeco obediente que, creyéndose vivo, mueve la boca al son de lo que le marca su ventrilocuo.
Para hacerlo creíble, Álex al principio es rehacio a aceptar, aduciendo que es una situación rara. Ángeles se ve forzada a insistir. Prácticamente le ruega que lo haga como un favor personal hacia ella. De esta manera, cuando accede, parece que lo ha hecho por bondad, muy a su pesar.
Lo curioso del caso es que, mientras charla con él por la noche, se da cuenta de que Richard realmente no es tan idiota como pensaba. A decir verdad, en otras circunstancias incluso podrían haber llegado a convertirse en auténticos amigos. Por desgracia nunca lo sabrá.
Ríen y se lo pasan tan bien que a lo largo de la noche comienzan a hacer planes para los siguientes días. Ir a jugar al baloncesto, retarse en una partida de billar...
En otras circunstancias posiblemente todo se habría quedado en agua de borrajas. En los buenos deseos de un par de tíos con unas copas de más que, a la mañana siguiente, se dan cuenta de que realmente no tienen tantas cosas en común como les gustaría pensar. Pero de nuevo Álex se ocupa de que no sea así. Llama a Richard, le recuerda sus planes. Y el joven acepta, encantado.
Se convierten en inseparables. Tanto que, de nuevo, Ángeles comienza a ponerse celosa. Habla de eso una noche con Richard, que la acusa de ser egoísta. Lo que no deja de ser verdad, aunque la hayan empujado a comportarse así. Tienen una fuerte discusión.
Lo peor es que ni siquiera puede pedirle a Álex que no sea amigo de su novio. No, teniendo en cuenta que la idea fue suya. O al menos eso es lo que cree el pobre muñeco engañado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario