lunes, 3 de diciembre de 2012

Peones

Julia se enamora de Álex, como éste había previsto. Pero lo que no entraba en sus planes es que el sentimiento fuera mutuo.

Esa parte no es fingida. Realmente disfruta de la compañía de la mujer, lo suficiente como para olvidarse de que no mucho tiempo atrás sólo fue el medio para alcanzar a un fin. Ahora es feliz a su lado. Como no recuerda haberlo sido nunca.

Una noche, a la salida de un concierto, se besan. Durante unos segundos dudan sobre qué hacer a continuación, si es buena idea seguir adelante. Pero al final sus emociones ganan la batalla y deciden que, independientemente de lo que el resto del mundo pueda llegar a pensar, tienen todo el derecho a tratar de ser felices.

Hacen el amor. Duermen abrazados toda la noche, sin una sola preocupación. Y el día siguiente vuelven a pasarlo juntos, dando validez a su relación. No ha sido una historia de una sola noche. Lo suyo puede tener futuro. Ambos lo creen, ambos lo desean.

Álex se siente inmensamente feliz. Durante 36 horas olvida todos sus planes de venganza. A pesar de que en este caso no se lo merece, la vida se muestra magnánima con él ofreciéndole una segunda oportunidad de ser feliz. Sólo tiene que aceptarla. Así de sencillo.

El problema llega cuando regresa solo a su apartamento, para ducharse. Sin el olor de Julia embriagando sus sentidos, Álex recuerda sus planes. La rabia aletargada vuelve a adueñarse de su pensamiento, susurrando palabras envenenadas.

Ama a Julia. Debería ser suficiente para parar la locura. Pero no lo es.

No se puede ganar una partida de ajedrez sin sacrificar varios peones. Por mucho que se les quiera.
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