Decimos que nos gustan los bosques, pero sólo nos fijamos en algunos árboles. Dicho de otro modo, no somos capaces de mirar casi nunca la pintura completa. Hacemos juicios de valor sesgados. Damos demasiada importancia a detalles tontos.
Es la hipocresía tiránica de lo políticamente correcto. Nos centramos tanto en intentar no ofender a nadie por cuestiones de sexo, credo, raza, orientación sexual... que a veces perdemos la perspectiva sobre al auténtico valor de las cosas.
Laura, la amiga de Lorena, no era feliz en su pequeño pueblo natal. Ni siquiera cuando era una niña pequeña. Siempre supo que su destino estaba lejos de su tierra, en la gran ciudad, rodeada de grandes rascacielos, tráfico, polución y personas anónimas que pasaran a su lado haciéndola sentir insignificante e imprescindible al mismo tiempo.
Su familia no tenía estudios y nunca la animaron a tratar de superarse. Afortunadamente tampoco le pusieron cortapisas a que lo intentara. La dejaron seguir su propio camino.
A los 14 años comenzó a trabajar de camarera, a pesar de no tener aún edad legal para ello. Después estuvo casi un año como taquillera del cine, donde conoció a su amiga del alma. Y en cuanto pudo, escapó, rumbo a la universidad.
Se ha hecho a sí misma. Sabe que aún le queda mucho camino por recorrer, pero al menos siente que está en la senda correcta y que lleva el calzado apropiado.
En esta historia, ¿realmente importa algo que Laura sea lesbiana? ¿De verdad le confiere un valor especial o la hace menos digna de elogio? ¿Por qué nos preocupan tanto cosas que no son de nuestra incumbencia y que no tienen ninguna importancia? ¿Tan frívolos somos?
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