lunes, 1 de octubre de 2012

259. Descanso

Dos desconocidos se encuentran en la cafetería de un aeropuerto. Resulta que están leyendo el mismo libro, y esa es toda la excusa que necesitan para ponerse a hablar a altas horas de la madrugada. Puede resultar extraño, pero en la vida ocurren sucesos muchos más raros cada día.

Martha lleva el peso de la conversación, hablando mucho sin resultar pesada. A decir verdad, Álex se siente  fascinado por esta mujer, visitadora médica de profesión, pintora vocacional y divertida por naturaleza. De repente el sueño, el hastío, la tristeza...todo desaparece.

Martha se levanta, para ir al cuarto de baño y en ese momento de soledad y cordura es cuando Álex se da cuenta de que, en efecto, lleva un buen rato flirteando con ella. Se siente avergonzado de su comportamiento, como si acabara de cometer un crimen imperdonable.

¿Por qué lo estoy haciendo? piensa, recordándose a sí mismo que ama a Kim. Y entonces, solícitamente, la respuesta acude a su cabeza.

Lo está haciendo porque puede. Por una vez en estas últimas semanas su vida se ha convertido en una comedia ligera y no en una tragedia griega. Y sienta tan bien...

Intenta apartar ese pensamiento castigándose por su comportamiento. Pero por mucho que desee enfadarse consigo mismo, no lo consigue. No del todo. Kim está en coma, Álex se siente solo y vulnerable y hay una mujer encantadora ahí mismo prestándole atención. 

Es injusto y nos puede enfadar. Podemos recriminarle sus acciones, del modo en que él mismo lo hace, porque deseamos otra conclusión para su historia. Pero si realmente queremos a Álex, si deseamos su felicidad, ¿no deberíamos darle la posibilidad, al menos, de darse un respiro durante unas cuantas horas y disfrutar de un poco de inesperada alegría en su vida?



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