El avión a Amsterdam viene con mucho retraso. Es la manera educada de decirlo, porque lo cierto es que no va a despegar hasta el día siguiente. Son las 11.30 de la noche y Álex está atrapado en un aeropuerto medio vacío, sintiendo una extraña melancolía y añoranza de su hogar.
Trata de leer "Juliet desnuda", el libro de Nick Hornby que arrastra desde hace semanas. Pero su cabeza se niega a retener información, por lo que no tarda en desistir. Se levanta y pasea por la terminal, con su mochila a cuestas.
Encuentra una cafetería que aún está abierta, entra y se pide un sadwich y una coca cola que le cobran a precio de oro. Pero no le importa. Ahora mismo todo le da igual.
Ensimismado en sus pensamientos, tarda en fijarse en la hermosa mujer que está sentada en una mesa cercana, completamente sola. Tiene una belleza electrizante, es de recibo decirlo. Pero si Álex se fija en ella no es sólo por su físico, sino por el libro que tiene abierto entre sus manos. La edición inglesa de "Juliet desnuda". Una de estas coincidencias que uno no puede pasar por alto.
- Yo esto leyendo el mismo libro - dice, como carta de presentación
Es una frase estúpida y fuera de lugar. Álex se da cuenta de ello y comprende que está actuando como un auténtico patán. Se siente avergonzado. Es la clase de cosas que hace la clase de gente que jamás le ha caído bien.
Está a punto de disculparse y largarse muerto de la vergüenza cuando la mujer apoya la novela sobre la mesa, sin perder la sonrisa.
- En ese caso deberíamos conocernos, ¿no te parece? - contesta la chica, Martha, con un desparpajo que pilla por sorpresa a un ya de por sí descolocado Álex
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