No está disfrutando de la experiencia. Al menos no tanto como sabe que debería.
Está en el aeropuerto de Dublín, esperando al siguiente avión. Hace sólo tres horas que ha visto "Descanso en la huida a Egipto" en la National Gallery of Ireland, pero le parece como si hubiera pasado un año. El tiempo ha dejado de tener sentido para él. Apenas recuerda lo que era tener un horario estructurado, donde los días se diferenciaran de las noches.
Evidentemente las culpas son de las prisas. Álex hace malabarismos con el tiempo, tratando de abarcar demasiado. Se ha embarcado en una aventura gigantesca, que le sobrepasa por completo. Pero no está dispuesto a darse por vencido.
En su cabeza todo tiene sentido. Cuando tiene tiempo para descansar y ordenar sus pensamientos es capaz de hacer que todas las piezas encajen. Ver las obras, disfrutar de la visita a los museos, caminar por las ciudades y conocer a gente extraordinaria por el camino.
En la realidad, lo cierto es que improvisa sobre la marcha. Está lejos de dar lo mejor de sí mismo y lo sabe. Entiende que la gente no ve al Álex que es, sino a una sombra cansada que a ratos se arrastra por las galerías de arte, demasiado presionado por el peso de su propio objetivo.
El mundo no debería importarle lo más mínimo. Hace esto porque quiere, porque es un objetivo que él mismo se marcó. Sólo tendría que hacer caso a lo que él piensa, lo que él sabe. Que está haciéndolo lo mejor que puede dadas las circunstancias.
Aún así, a ratos siente que está fracasando. Afortunadamente cuando cierra los ojos logra ser indulgente consigo mismo. Siempre podrá caminar de nuevo por los museos, más calmado, más feliz. Ahora mismo sólo sabe que tiene otro avión que coger. La perfección tendrá que esperar.
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