Cuando reciben el mensaje de Álex, a las siete de la mañana, pidiéndoles que vayan de inmediato al hospital, Toni y Javi se asustan. Se han ido a sus respectivas casas alrededor de la medianoche, exhaustos, y comprenden que la repentina convocatoria no puede traer nada bueno.
Por eso se sienten algo desorientados cuando, al llegar, descubren que su amigo está de lo más tranquilo, sentado en una mesa de la cafetería sobre la que hay tres bebidas aún calientes.
- Sé que os he dado un susto de muerte - se disculpa Álex - Y de verdad que lo siento, pero era el único modo de teneros a los dos aquí, a las 7.45 am, dispuestos a desayunar
Javi y Toni comienzan a protestar, recriminándole a Álex su falta de tacto. Pero éste les hace callar, mostrando unas dotes de liderazgo que siempre ha tenido pero que raras veces muestra.
- ¡Silencio! Vale, ha estado fuera de lugar. Al igual que todas vuestras chorradas de las últimas semanas. Así que estamos en paz, ¿de acuerdo? Sabéis que voy a ausentarme, pero no pienso hacerlo sin que antes hayáis arreglado vuestras estúpidas diferencias
Javi y Toni se quedan en silencio. Intimidados ante la reacción de su amigo y, sobre todo, carentes de argumentos lógicos con los que poder rebatir sus palabras. Así que, tras un minuto, hacen lo único que se puede hacer en esta situación. Se abrazan y sellan así su renovada amistad.
- Así está mejor - comenta Álex, complacido
Y de este modo la normalidad vuelve a sus vidas. Los primeros minutos de conversación son fríos y algo distantes. Pero es como montar en bicicleta, la complicidad nunca se olvida. Así que rápidamente cogen carrerilla, se ponen al día y terminan bromeando sobre cientos de temas. Felices. Unidos. Demostrando que la amistad verdadera sobrevive siempre a cualquier contratiempo.
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