Eva odia ir a discotecas. No es que no le guste salir de fiesta, al contrario. Y adora bailar. Pero no soporta a los moscones. Cada noche algún idiota intenta ligar con ella y eso es algo que la agota.
Entiende que hay mujeres que necesitan ser el centro de atención, pero no es su caso. No se arregla para gustar a los hombres, sino porque le gusta a ella. No sale buscando nada. Jamás ha tenido rollos de una noche. Sólo quiere bailar. Aunque muchas veces no logre hacerse entender.
Hoy es una de esas noches. Hay un tío que lleva rondándola desde hace horas. Primero mirándola descarada y lascivamente de un modo bastante asqueroso. Luego ha ido cogiendo confianza, bailando cerca de ella. Y finalmente, como Eva se temía, ha pasado a la acción.
Por lo general es buena espantando a esta clase de hombres, pero éste en cuestión es un hueso duro de roer. Cree que todo forma parte de un juego y que en el fondo ella le desea. Desesperada, Eva busca a sus amigas, en busca de ayuda, pero no las encuentra. Está sola ante el peligro.
- Perdona, pero ¿te importaría dejar a mi novia en paz?
La que habla es una chica bajita, pizpireta, que acaba de hacer acto de presencia y a la que Eva no ha visto en su vida. Pero el ligón parece haberse tragado su historia.
- ¿Sois lesbianas? - pregunta
- No, yo soy Joan y ella es Alexandra
El tipo mira a la recién llegada. Ya sea porque piensa que realmente son pareja o porque se siente vacilado por la chica, lo cierto es que se marcha al instante, mascullando algo ininteligible.
- Gracias, me has salvado la vida. Me llamo Eva
- Yo soy Kim - se presenta la desconocida - Y no te preocupes, ha sido muy divertido
Entiende que hay mujeres que necesitan ser el centro de atención, pero no es su caso. No se arregla para gustar a los hombres, sino porque le gusta a ella. No sale buscando nada. Jamás ha tenido rollos de una noche. Sólo quiere bailar. Aunque muchas veces no logre hacerse entender.
Hoy es una de esas noches. Hay un tío que lleva rondándola desde hace horas. Primero mirándola descarada y lascivamente de un modo bastante asqueroso. Luego ha ido cogiendo confianza, bailando cerca de ella. Y finalmente, como Eva se temía, ha pasado a la acción.
Por lo general es buena espantando a esta clase de hombres, pero éste en cuestión es un hueso duro de roer. Cree que todo forma parte de un juego y que en el fondo ella le desea. Desesperada, Eva busca a sus amigas, en busca de ayuda, pero no las encuentra. Está sola ante el peligro.
- Perdona, pero ¿te importaría dejar a mi novia en paz?
La que habla es una chica bajita, pizpireta, que acaba de hacer acto de presencia y a la que Eva no ha visto en su vida. Pero el ligón parece haberse tragado su historia.
- ¿Sois lesbianas? - pregunta
- No, yo soy Joan y ella es Alexandra
El tipo mira a la recién llegada. Ya sea porque piensa que realmente son pareja o porque se siente vacilado por la chica, lo cierto es que se marcha al instante, mascullando algo ininteligible.
- Gracias, me has salvado la vida. Me llamo Eva
- Yo soy Kim - se presenta la desconocida - Y no te preocupes, ha sido muy divertido
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