Hay una regla no escrita en las comedias románticas que dice que si la protagonista está enamorada de dos hombres, uno de ellos tiene que ser un perfecto idiota. Todas las piezas deben encajar. Los buenos siempre reciben su recompensa. Sólo los malvados terminan solos.
Pero ¿qué ocurre cuando en la vida real todas las personas implicadas son buenas y merecedoras de nuestra simpatía? ¿Qué ocurre si, pase lo que pase, no hay un final feliz para todo el mundo?
Es el caso de Toni. Quizás podamos entender que no acabe con Elsa, no deja de ser historia antigua y los dos se hicieron demasiado daño. Pero ¿qué pasa con Lorena y con Eva?
Si Toni acaba con la primera, Eva sufrirá un castigo injusto. Y si sigue con la segunda, sentiremos que hay algo que no está bien, que las cosas tendrían que haber sido de otro modo. Y aún hay otra posibilidad: que no se quede con ninguna y termine completamente solo.
Como se puede ver, siempre hay alguien que sale perdiendo.
Es una situación imposible y todos lo saben, pero nadie quiere ser el primero en admitirlo. Hasta que finalmente, en este caso, es Eva la que toma la iniciativa
- Te dejo - le dice a Toni durante la cena
- ¿Por qué? - pregunta él, desolado
- Porque tú aún amas a Lorena, lo sepas o no. No es algo que puedas decidir, no tengo nada que reprocharte. Pero te quiero demasiado como para ocultarte lo que veo cada día en tus ojos
Toni intenta decir algo, pero Eva no se lo permite. Si él toma una decisión, la que sea, será quien salga derrotado. Hoy le toca a ella hacer el sacrificio. Elige perder para que alguien a quien quiere pueda ganar. Así de extraña es la vida. Así de injusta.
Toni intenta decir algo, pero Eva no se lo permite. Si él toma una decisión, la que sea, será quien salga derrotado. Hoy le toca a ella hacer el sacrificio. Elige perder para que alguien a quien quiere pueda ganar. Así de extraña es la vida. Así de injusta.
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