Los hechos tienen lugar poco antes del capítulo 1
Elsa quedó hace un par de días con Toni para contarle que le había sido infiel a Pablo. Se lo confesó porque necesitaba desahogarse, compartir su culpabilidad con alguien. Los motivos por los que le eligió precisamente a él son un misterio. ¿Realmente no se daba cuenta de los sentimientos que el chico alberga hacia ella, o eligió ignorarlos pensando únicamente en su propio beneficio?
En cualquier caso, esa es una pregunta para Elsa. La que Toni tiene que hacerse a sí mismo, y de hecho lleva un buen rato pensando en ello, es por qué siente el deseo de convertir esa historia, esa confidencia, en un relato corto para la revista en la que trabaja.
Toni es escritor. Tiene una imaginación fértil. Se le ocurren cientos de planteamientos al día, podría idear cualquier otra historia. No necesita recurrir a la realidad, sus personajes bien podrían ser completamente inventados y nadie notaría la diferencia.
Eso de que sólo se puede escribir de aquello que se conoce queda muy bien en las conversaciones literarias, pero no deja de ser una falacia. Escribimos sobre lo que nos fascina, independientemente de nuestra experiencia en el tema. Por eso se le llama ficción.
Entonces, ¿por qué? ¿Por qué intentar convencerse de que es el único camino posible? Sabe que ella terminará leyéndolo. Que se reconocerá, que se enfadará al verse expuesta a los ojos de todo el mundo. ¿Por qué complicar las cosas pudiendo hacerlo todo mucho más sencillo?
Ojalá existiera una respuesta fácil para esa pregunta. A Toni le fascina la fina línea que separa la realidad de la ficción. Le gusta inventar mundos fantásticos, pero a su vez necesita poblarlos de seres reconocibles a los que pueda mirar a los ojos y llamar por su nombre. Como cualquier creador, siembra mentiras cuando habla de verdades, dice verdades cuando escribe mentiras.
Toni es escritor. Tiene una imaginación fértil. Se le ocurren cientos de planteamientos al día, podría idear cualquier otra historia. No necesita recurrir a la realidad, sus personajes bien podrían ser completamente inventados y nadie notaría la diferencia.
Eso de que sólo se puede escribir de aquello que se conoce queda muy bien en las conversaciones literarias, pero no deja de ser una falacia. Escribimos sobre lo que nos fascina, independientemente de nuestra experiencia en el tema. Por eso se le llama ficción.
Entonces, ¿por qué? ¿Por qué intentar convencerse de que es el único camino posible? Sabe que ella terminará leyéndolo. Que se reconocerá, que se enfadará al verse expuesta a los ojos de todo el mundo. ¿Por qué complicar las cosas pudiendo hacerlo todo mucho más sencillo?
Ojalá existiera una respuesta fácil para esa pregunta. A Toni le fascina la fina línea que separa la realidad de la ficción. Le gusta inventar mundos fantásticos, pero a su vez necesita poblarlos de seres reconocibles a los que pueda mirar a los ojos y llamar por su nombre. Como cualquier creador, siembra mentiras cuando habla de verdades, dice verdades cuando escribe mentiras.
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