Esta historia tiene lugar antes del capítulo 198
Se da cuenta de que esta vez todo es mucho más difícil. Y al mismo tiempo, mucho más sencillo.
La gran diferencia estriba en que en la primera ruptura Kim tenía motivos de sobra para dejar a Carlos, pero aún así sufrió muchísimo porque estaba enamorada de él. O al menos de un recuerdo, un ideal, de la persona que había sido o que ella imaginó que podría ser. Nunca podemos tener total seguridad sobre qué es real y qué es fruto de nuestras proyecciones.
En esta ocasión no hay razones objetivas para abandonarlo. Y le quiere, esa es la parte más misteriosa y difícil de encajar en el puzzle. Porque, pese a todo, planea dejarle sin remordimientos.
Convencida por el discurso de Álex, llegó a creerse que efectivamente existen respuestas para todas las preguntas, aunque no sean las que queramos escuchar. Pero hoy, en la cafetería, delante de Carlos, vuelve a poner en duda la afirmaciòn.
El chico, entre lágrimas, le pregunta si es por algo que ha hecho. Kim niega con la cabeza.
- ¿Y hay algo que pueda hacer para solucionarlo?
Vuelve a negar, consciente de estar siendo injusta. Porque algo debe haber y sin embargo le parece imposible reconducir los sentimientos de su corazón. No lo entiende. Por qué algo que hoy es vital para nosotros mañana se vuelve prescindible. Por qué amamos y nos desenamoramos y queremos y luego odiamos y nos levantamos hoy alegres y mañana tristes sin razón para el cambio.
Nuestro corazón es caprichoso. Es lo único en lo que puede pensar mientras le da un último beso a Carlos en la mejilla y le desea suerte. Quiere sentirse culpable y destrozada. Pero no puede evitar estar contenta. Ahora ya nada le impide salir con Álex.
Hay una moraleja oculta y lo sabe. Pero no la entiende, no la busca y tampoco le interesa.
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