Esta historia tiene lugar justo después del capítulo 96
La memoria es nuestra mejor amiga y nuestra peor aliada. Nos permite aferrarnos a recuerdos que jamás existieron, al menos como nos los contamos a nosotros mismos. Y predispone nuestros estados de ánimo, sin considerar siquiera la posibilidad de tratar de ser objetivos.
No se separaron en los mejores términos, y Kim aún recuerda un par de frases especialmente hirientes de Carlos. Lo que parece olvidar, o al menos finge hacerlo, es que ella tampoco fue demasiado amable con su ex. Cuando queremos herirnos, nos volvemos creativos.
Por eso, aún sin pararse a pensar realmente en ello, inconscientemente espera a un Carlos hostil y poco comunicativo, con el que pueda acabar discutiendo y canalizar así su dolor.
Esto hace que la sorpresa sea mayor cuando el Carlos que se presenta en su casa resulta ser un chico simpático y cariñoso, preocupado por cómo sonaba la voz de Kim al otro extremo del teléfono. Habla con ella con dulzura, y a cada minuto que pasa la chica olvida un poco más al cabrón del que se separó y recuerda al hombre amable del que llegó a enamorarse locamente.
Se prometió que no pasaría nada entre ellos, pero la promesa se rompe y muere entre suspiros y miradas furtivas. Y aunque realmente no llegan a besarse esa noche, al siguiente día Kim ya no está en disposición de imponerse más restricciones a sí misma.
Siente algo por Álex. Pero Álex aún está enamorado de su fantasma, de la mujer a la que amó, perdió y, de algún modo, ha vuelto a recuperar esta noche al descubrir que Anabel nunca le engañó.
Y eso la hace feliz y la pone celosa a partes iguales. No le gusta verse tan perdida, pero al menos hoy la acompaña alguien que sabe cómo rescatarla de ese sentimiento. Por eso vuelve con Carlos. Siente que las cosas tienen que ser así. A veces creamos imperativos con demasiada rapidez.
La memoria es nuestra mejor amiga y nuestra peor aliada. Nos permite aferrarnos a recuerdos que jamás existieron, al menos como nos los contamos a nosotros mismos. Y predispone nuestros estados de ánimo, sin considerar siquiera la posibilidad de tratar de ser objetivos.
No se separaron en los mejores términos, y Kim aún recuerda un par de frases especialmente hirientes de Carlos. Lo que parece olvidar, o al menos finge hacerlo, es que ella tampoco fue demasiado amable con su ex. Cuando queremos herirnos, nos volvemos creativos.
Por eso, aún sin pararse a pensar realmente en ello, inconscientemente espera a un Carlos hostil y poco comunicativo, con el que pueda acabar discutiendo y canalizar así su dolor.
Esto hace que la sorpresa sea mayor cuando el Carlos que se presenta en su casa resulta ser un chico simpático y cariñoso, preocupado por cómo sonaba la voz de Kim al otro extremo del teléfono. Habla con ella con dulzura, y a cada minuto que pasa la chica olvida un poco más al cabrón del que se separó y recuerda al hombre amable del que llegó a enamorarse locamente.
Se prometió que no pasaría nada entre ellos, pero la promesa se rompe y muere entre suspiros y miradas furtivas. Y aunque realmente no llegan a besarse esa noche, al siguiente día Kim ya no está en disposición de imponerse más restricciones a sí misma.
Siente algo por Álex. Pero Álex aún está enamorado de su fantasma, de la mujer a la que amó, perdió y, de algún modo, ha vuelto a recuperar esta noche al descubrir que Anabel nunca le engañó.
Y eso la hace feliz y la pone celosa a partes iguales. No le gusta verse tan perdida, pero al menos hoy la acompaña alguien que sabe cómo rescatarla de ese sentimiento. Por eso vuelve con Carlos. Siente que las cosas tienen que ser así. A veces creamos imperativos con demasiada rapidez.
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